ROQUE ORTEGA
MURILLO
La pintura y
la música son capaces de impactarnos de tal manera que no tenemos explicación
para expresar lo que sentimos. Recientemente estuve visitando el museo
Guayasamín en Quito, y la verdad que me conmovió la obra del pintor de las
Américas, su estética plasma la injusticia y la exclusión de los indígenas y
negros latinoamericanos.
Visitar el
museo es sentir el espíritu de Oswaldo Guayasamín revoloteando en cada rincón de
esa hermosa casa que, el mismo pintor diseño para dejarle al pueblo ecuatoriano
un legado de su obra.
En su
estudio se encuentra un retrato de la cantadora
argentina Mercedes Sosa, cuya obra hermosa no se la pudo llevar porque tenía que esperar que se secará,
también se encuentra el cuadro que pintó
al prodigioso guitarrista Paco de Lucía. Observando el vídeo en donde
Guayasamín cuenta lo que observo en
Paco, retrató el crecimiento del artista
como si fuera una catedral. Era tal su admiración por el guitarrista gitano que
le conmovía sus lágrimas.
Guayasamín
nace el 6 de julio de 1919, en Quito, Ecuador, una ciudad rodeada de montañas y
volcanes en el seno de una familia humilde. Su padre fue un indígena taxista y
tractorista; su madre una mestiza que muere bastante joven, deja una huella en
un niño de tanta sensibilidad que a los 7 años empieza a manifestar su vocación
artística y pinta sus primeras obras.
En el que
era taller de escultura se encuentra expuesta la serie ternura y fantasía, que
es un homenaje a su madre, quien fue la persona que lo apoyo desde niño a
potenciar su talento en las artes plasticas, hasta el punto que su mamá
suministraba leches de sus senos de su hermano recién nacido para disolver las
pastillas de acuarela. Ella le enseño a tocar los primeros acordes de la
guitarra.
En dicha
obra el pintor, escultor y poeta Guayasamín refleja amor y
la nostalgia que vivió por su madre, es conmovedor como registro la ternura en
la mirada y las manos en muchos de los cuadros expuestos. Escribió un texto bellísimo
recordando a su progenitora: “Mi madre era una verdadera poesía, estaba siempre
en gestación, tocaba la guitarra y cantaba a maravilla, me enseñó los primeros acordes, las primeras
voces”. “Mi madre era como el pan recién salido del horno. Me dio las dos vidas
que tengo. Era y sigue haciendo una eterna poesía.
Aunque nunca
se afilio a un partido político siempre fue un defensor de los pueblos
oprimidos, se solidarizó en la lucha por la integración latinoamericana, contra
las dictaduras, contra los abusos y agresiones de los países imperialista. Fue
un defensor de la paz. Y su obra refleja
con ira y con ternura la imagen de
“El tiempo
que me ha tocado vivir” como dice el propio Guayasamín. Retrató el dolor y la
opresión del mundo indígena y del negro.
Me llamo la
atención un precioso piano de cola y un comedor descomunal, interminable que se
encuentran en la sala. Como era amante de la música siempre era visitado por
sus amigos artistas, en los que se encontraba siempre un pianista. Allí
celebraba unas fiestas inolvidables y realizó conciertos en las que
participaron entre otros, Silvio Rodríguez, Mercede Sosa, Pablo Milanés, Piero,
Joaquín Sabina, Luis Eduardo Aute y su gran amigo Alberto Cortes. Ellos fueron
sus compinches con sus presentaciones a ayudar a recolectar fondos para la
construcción del museo.
En 1976 con
sus hijos crea la Fundación Guayasamín, y a través de ella dona al Ecuador todo
su patrimonio, con la que organiza un museo de tres colecciones; Arte Precolombino,
más de trescientas piezas, Arte Colonial, más de ochocientas piezas y Arte Contemporáneo. En se mismo lugar a
partir de 1996 inicia su obra más importante, el espacio arquitectónico denominado
la Capilla del Hombre, como un homenaje al ser humano, especialmente al pueblo
latinoamericano, con su sufrimiento, lucha y logros, desde el mundo
precolombino, la conquista, la colonia y el mestizaje. Oswaldo Guayasamín
fallece el diez de marzo de 1999, aun sin ver finalizada la capilla.
Actualmente la obra fue terminada gracias
a los aportes de entidades del Ecuador, Chile, Bolivia y otros países de
la región, otros que realizó el propio pintor y de la solidaridad de
artistas-cantantes y pintores de Hispanoamérica
con donación de obras y realización de festivales musicales.
Oswaldo Guayasamín
fue un gladiador de la dignidad humana, un
profeta del porvenir lo expreso Fidel Castro en unos de los homenajes que se le
realizaron al gran artistas ecuatoriano.
Estando en
su estudio pude ver los pinceles enormes, brochas y espátulas con que pintaba. Me lo imaginaba mezclando los oleos y moverse con tal velocidad en los lienzos creando
una obra que se quedó inmortalizada en la historia latinoamericana, que en su
comienzo pintaba en pedazos de lonas viejas hasta retratar a figuras como Pablo
Neruda, Gabriel García Márquez, sin duda Guayasamín dejo un precioso legado para el mundo, una obra
viva que refleja el espíritu y el pensamiento del mestizaje del nuevo mundo. “Vengo
pintado desde hace aproximadamente tres
mil años. Siempre voy a volver, mantengan encendida una luz” Guayasamín.