miércoles, 13 de mayo de 2020

LA ANCIANIDAD ES UNA ETAPA PARA CREAR: NO ES SINONIMO DE ENFERMEDAD







ROQUE ORTEGA MURILLO
“TENGO LOS AÑOS QUE NECESITO
PARA VIVIR LIBRE Y SIN MIEDO
PARA SEGUIR SIN TEMOR POR EL SENDERO”
JOSÉ SARMAGO
Hoy salí a realizar una consulta a la señora María Clara López de 75 años de edad, profesora pensionada del magisterio, aún sigue enseñado en Ciudad Bolívar, de manera gratuita con la misma devoción amorosa de hace cincuenta años. El estado de su salud es formidable, esbelta, mentalmente con una lucidez brillante. La estoy atendiendo desde hacen cinco años, realmente por prevención debido a la preocupación que carga por sus hijos, que viven fuera de Bogotá, la más cercana reside en Villavicencio y no la ha podido visitarla por culpa del COVID-19. Convive con una nieta, pero a la joven estudiante de medicina se la cogió la cuarentena en Manizales, motivo por el cual el aislamiento la está pasando sola. Como los ancianos no pueden salir, me pidió que la atendiera en su casa.

Al llegar al conjunto residencial donde vive la señora María Clara, tuve el primer tropiezo de la mañana con el vigilante en turno, un hombre alto y fornido quien llevaba puesto un   tapaboca N-95, de uso exclusivo de los médicos en los centros hospitalarios, una mascarilla y una ropa especial como de astronautas. Le saludé gentilmente y le dije que iba para donde   la señora María López, torre 2, apartamento 710. Me contestó con una voz de mando de militar.

-Aquí se tiene prohibido las visitas.
Ni siquiera preguntó quién era y empezó   a rosearse con tarro de desinfectante.
- ¡Soy terapeuta de Acupuntura ¡Vengo atender la señora María!
- ¿Acaso ella no sabe que la administración no permite visitas?

¡Madre mía ¡Murmuré mentalmente! Caramba, caraba que vaina. Pues, así las cosas, marque al celular de la señora María para explicarle el impase. Ella inmediatamente se comunicó con el portero y este se mantuvo en su decisión de no dejarme entrar. Me imagino que ella e insistiría de una manera que solo los ancianos lo suelen hacer, pero él con su uniforme mental, refunfuñaba mientras conversaba. No fue posible la entrada. 

Esperé un rato mientras ella se comunicaba con la administración. Finalmente, después de un largo rato pude entrar, pero antes tuve que llenar una planilla con mis datos. Sólo le faltó apuntarme con un termómetro digital, que más que eso parece una pistola láser de las del “viaje de las estrellas” de los años 70s o pedirme la prueba del COVID-19, los requisitos impuesto en ese conjunto son extremos. Allí, por lo visto, nadie tiene derecho a enfermar. Estoy seguro que si hubiese ido vestido como enfermero o médico me apedrean. Hubiera ocurrido un riesgo mayor, a nombre del apostolado, por la salud de los demás. El mundo está al revés.

La señora María me contó que discutió fuertemente con la administración porque no permitía el ingreso, ni siquiera de sus familiares, así que tuvo que amenazar con llamar un abogado por la manera arbitraria que este conjunto residencial ha tomado esas medidas.

-Vamos a olvidar esta situación señora María, qué le vamos hacer. La gente está aterrorizada, las autoridades no han sabido manejar al COVID-19, todo el mundo anda con miedo. Imagínese que la novia de un amigo no quiere verse con él, debido que usualmente lo entiendo. Ella supone como no he dejado de asistir pacientes durante la cuarentena, ¡Tengo un alto grado de posibilidades de contagiarme!! Válgame Dios ¡

- Así es la cosa contesta sorprendida la señora María. Hasta donde vamos a llegar doctor – la verdad que yo no entró ese juego, creo que están exagerando las precauciones. Y como   siempre sucede, el remedio va a hacer peor que la enfermedad.  Menos mal que llevo años que no veo noticias, mejor me leo un buen libro. Ahora me estoy leyendo a Rayuela. ¡Que sabiduría natural ¡

- A qué bueno. ¡Julio Cortázar Exclamé ¡Me la leí hace mucho tiempo, recuerdo que el protagonista es Horacio, una novela controvertida!
-Sí, señor: Horacio Oliveira. A mí me encanta la literatura, aunque mi preferido es Borge, aunque me fascina la exageración de   Gabriel García Márquez. En realidad, me disfruto a todos del boom   latinoamericano.
-Y de las nuevas generaciones me agrada William Ospina, no dejó de leerle sus columnas en el Espectador.
-Sí, es un buen escritor de él, me he leído la Franja Amarilla y el País de la Canela.
- ¿Señora María y usted escribe?
- Claro que sí. Escribo poesía y algunos relatos, ahora estoy escribiendo mis memorias de educadora.

- ¡Guao ¡Debe tener usted un cúmulo de conocimiento que compartir! A mí también me gusta  escribir cositas. La conversa fue tan nutrida, me hizo un recorrido con detalles de los mejores escritores y poetas del siglo XX y XXI. Por un momento pensé que era yo quien debía estar agradecido por el refrigerio cultural recibido de mi querida paciente. Duramos charlando más de dos horas, previo a la terapia, en realidad intuí que ella, lo que quería era hablar. La soledad también enferma. La sección de Acupuntura la pidió sólo como pretexto, necesitaba desahogarse. Sin duda, conversar fue una maravillosa terapia para ella: “vivo este encierro con desespero y angustia, me hace falta el aula de clase”. Nunca habíamos platicado tanto de literatura, siempre hablamos de la educación y sobre todo lo difícil que es educar en estos tiempos.

De regreso a casa no dejé de pensar en la paranoia que se está viviendo muchas personas por culpa de las medidas y el pánico infundido por el CORONAVIRUS, además, del estrago emocional y espiritual que está provocando el estar enjaulado; por lo menos la señora María está escribiendo, y leyendo; sin duda, es un ejercicio sanador, una herramienta útil para activar la capacidad creadora, también puede servir para hacer catarsis.  Escribir es un acto liberador anímico.
                                                                                                                 Medio mucha alegría saber que hay personas como la señora María, que a pesar de tener juventudes acumuladas está produciendo intelectualmente, ella esta jubilada del magisterio, pero de la vida no, y hasta que empezara la cuarentena estaba enseñándole a niños de escasos recursos en Ciudad Bolívar. El asunto de la señora María es de esos tantos casos, como el de a señor de 101 años en Italia, quien sobrevivió a la gripa española y a la segunda guerra mundial, superó sin complicaciones el COVID-19, y la mujer más longeva de España venció al coronavirus con 113 años; curiosamente se llama María Branyas, tocaya de la profe María Clara. No es cierto que este virus solo ataca a los adultos mayores, también golpea a los jóvenes, curiosamente en Colombia el mayor número de contagiados están entre las edades de 20 años y cuarenta años.


 Así que cuando se ejerce la creatividad es imposible enfermar, recuerden que no estamos diseñados para vivir esos estados adaptativos de salud, somos un diseño perfecto, solo este estilo de vida considera al anciano como un trapo viejo inservible, un desecho en un estorbo, dicen los economistas malvados, al servicio del neo liberalismo, como ellos, no producen sale muy costoso mantenerlos. Al no generar renta hay que eliminarlos.

La vejez no es sinónimo de enfermedad, es una etapa de la vida en la que desgraciadamente se subvalora por parte de esta cultura, distintos lo que sucedía en esas sociedades ancestrales como las orientales y más cercano a nuestros tiempos, los antepasados indígenas, el anciano representaba para la comunidad la memoria y la biblioteca de la sabiduría. El consejo de ancianos era la entidad más respetable.

María, es un ejemplo claro de sentirse una joven mayor, ella no entra en la categoría de la tercera edad, esa definición es peyorativa, racista y excluyente. Al creerse esos postulados mal intencionados provoca el martirio el sufrimiento y la enfermedad. La vejez es una etapa de la vida en donde se debe aprovechar el aluvión de experiencia y sapiencia, para ponerla al servicio de la sociedad. Pero, claro sí llega a la ancianidad considerándote en un desecho y    creyéndote ese san bendito que nos han vendido, pues tu salud anímica y emocional se va afectar y el sistema inmune y sí de paso te abandonan en unas pocilgas de ancianatos, tal como sucedió en Italia y España, por las evidencias que se conocen Europa no quieren a sus adultos mayores, antes, por el contrario, promocionan la práctica de la eutanasia para aquellos que no le producen a el sistema.

En España es frecuente, en las vacaciones, abandonar a los ancianos en asilos o estaciones de gasolina o en cualquier otra parte, ante ese drama algo tiene que darte, mínimo un alzhéimer. Por esa situación de abandono afectivo y las condiciones miserables en el que vivían murieron muchos viejos durante la pandemia del COVID-19, sobretodo en el país ibérico e Italia, como el sistema de salud colapso, solo atendían a los jóvenes, y a los ancianos los mandaron al matadero del olvido, el hecho de tener esa condición de edad, se constituyó en un pasaporte para la muerte. 

A los ancianos, le han culpabilizado de ser un peligro para la comunidad, primero porque son vulnerable al contagio y segundo ser vehículo de propagación, sin duda, esa estigmatización tiene que afectar la salud mental de esa población, además   le sumas el abandono y la falta de afecto y amor, abonas el terreno para entrar en depresiones, de esta manera le están reprogramado para un proceso eutanásico.

 Ahora los diferentes Estados los confinan, dizque para proteger a los ancianos, hipócritas, una sociedad civilizada debería invertir primero en salud, aprovechar el conocimiento y experiencia de muchos de esos seres para el servicio de la comunidad, no propiciar esos paternalismos que, en vez de hacerle bien a los adultos mayores, los inutilizan. La   excepción de tratar a sus ancianos de una manera digna como los países nórdicos, especialmente Suecia, los asilos poseen unas comodidades de hoteles de cinco estrellas, aquí como en el resto del mundo esos centros parecen un chiquero, en esas condiciones de abandono vivir es una pena.
 
 Facundo Cabral dijo alguna vez, que, sí tienes un cerebro, un corazón y un espíritu no te sientas sólo y abandonado, Moisés dirigió el éxodo de su pueblo a los 80 años.  El poeta leonés, Victoriano Cremer, publicó su última columna periodística el día antes de fallecer con 102 años. Una muestra de todo lo anterior es don Chelo de Castro C, en Barranquilla, quien ha pasado sus 90 años, está firme en su creatividad y su vocación periodística, rigurosamente escribiendo su columna para el periódico el Heraldo. No olvidar que el ejercicio intelectual es una clave para el envejecimiento sano y activo. Estoy pensando en el futuro unirme a al club de los ancianos inmortales que propone José Luis Padilla, maestro en Medicina Tradicional China, médico Psiquiátrico y Geriatría. Me preparé para vivir dignamente, aunque el sistema me invite a morir a su acomodo.



  

   














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1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente cronica Roque..¡¡Felicitaciones . Abrazos