sábado, 30 de marzo de 2019

CUBANA PRESA EN LA NIEVE


ROQUE ORTEGA MURILLO
Aquel final de primavera al comienzo del estío me encontraba sentando en la sala de espera del aeropuerto internacional de Kastrup de Copenhague,  atestados de pasajeros nórdicos, que se dirigían a España, Francia e Italia en busca de sol, debido que a pesar que era el preludio del verano, en el norte, el frío y la poca luz   reinaba; por consiguiente, el verano iba estar gélido. Llegué procedente de Oslo, y tuve que esperar tres horas en esa terminal para dirigirme a Madrid, cuando de repente una mujer morena vestida de blanco, con un sombrerito rojo me saludaba a la distancia de manera familiar, saltaba de emoción, en la medida que se acercaba su rostro detonaba una alegría inconmensurable. Me dio un abrazo rompe costilla y me dijo.

-         Hola chico. ¿Tu ere cubano chico?
-         No, no soy cubano, pero soy del Caribe colombiano.
-         Chico, pareces cubanos. El asunto es que estoy feliz de poder hablar con alguien que hable el español, llevo casi tres meses sin cotorrear en mi idioma.

La desconocida mujer no paraba de hablar, gesticulaba sus manos emocionada por haberse encontrado con otro igual de su color, y que hablara su misma lengua. Me preguntó que hacía por estas tierras, pues le conté que solo estaba de tránsito, venia de Noruega y me dirigía a Madrid para posteriormente viajar a Bogotá. Me llamo Rosa, soy de la Habana, cuando quieras ir, puedes llegar a casa de mi familia, con esa naturalidad se presentó la simpática cubana.

-         ¿Y ese lugar esa así de aburrido como dónde vengo? 
De dónde vienes tú, le pregunte.
-         ¡Yo vengo de Finlandia, salí huyendo- ¡me le escapé a mi novio ¡
-         ¿El hombre no sabes que estas por aquí?
-         Mira chico, ¡Tú me disculpa, pero yo quiero hablar ¡- ¡Te cuento que conocí a un finlandés, buena gente- se enamoró locamente y me saco de Cuba, le doy gracias por esa vaina, pero en su país no me quedo!
-         Así de mal te fue por allá.

-         Amigo me sentía   prisionera, en un lugar remoto. Yo por acá no me quiero morir congelada. He pasado los días más aburrido de vida, la casa de mi novio está a las afueras del pueblo, no tiene vecino, lo único que hay es montaña de Nieve. Me estaba enloqueciendo, en ese tiempo te juro chico, no vi a un ser humano pasar por allí.

Nunca había visto a alguien hablar sin parar, era como una ametralladora disparando palabras, parecía un niño devorándose a un helado. Mientras los nórdicos en su mayoría se encontraban concentrados en sus portátiles y chateando por celular; los pocos que conversaban lo hacía con voz baja. No escuchábamos una carcajada, Rosa platicaba en voz alta, y se reí fuertemente, pidiéndome disculpa reiteradamente porque quería charlar.

-         ¿Cuéntame Rosa, y tu novio qué? Por lo que veo el man pasaba poco tiempo contigo.
-         ¡Chico ¡El tipo trabaja con el sector financiero, salía todos los días bien tempranos para Helsinki y regresaba tipo nueve de la noche, casi siempre llegaba cansado! Así que pocas veces hablamos. Yo empecé a desespérame y a preocuparme, porque podría quedar muda chico. Donde yo vivo en la Habana todo el mundo se conoce y nos la pasamos chismoseando, sabemos lo que pasa por la cuadra y la algarabía es muy chévere. Y aquí me sentía presa.

-         ¿Aja y te devuelves a la Isla?
-         No, No chico, me voy para Mallorca, allí tengo unas paisanas que me están esperando. Como es una isla, me voy a sentir más cerca de Cuba.
-         ¿Qué va a pasar con tu novio?
-          Mira chico, si el hombre se viene para Mallorca, sigo con él, pero si no, por este aburrimiento no vuelvo, ni loca. ¡Ni amarra Chico!

Para Rosa las tres horas de espera en el aeropuerto, fue el instante más feliz, en tierra vikingas, hizo catarsis, nunca había tenido la oportunidad de conocer alguien que hablara con tanta sabrosura y sin parar, me acordé de la canción de Aníbal Velásquez, cachiporra, es la historia que narra esa vieja que va a aquí en el bus, habla más que una cotorra.

¡Chico ¡- Ya anunciaron mi vuelo- ¡Qué maravilla fue encontrarme contigo¡, ¡Me desahogue ¡Nos despedimos con un abrazo efusivo, la voz se le quebró, cuando me dijo, ojalá Dios nos cruce nuevamente por el camino!

El vuelo de ella salió primero, con lo cual tuve que esperar una hora más en aquel gris e insípido aeropuerto, en donde la gente poco reía, me puse a pensar, definitivamente que la habladera, habladuría o simplemente hablar mierda es una delicia y uno de los actos más bello que tenemos los seres humanos para disfrutar, y ojalá esta platica sea rutinaria con nuestros seres queridos y amigos, porque el imperio del chat esta matando la manera mas antigua de inrerrelacionarnos. No se olviden que hablar nos permiten liberar todas las tensiones psico-emocional; nos sana. Carl Jung decía que aquellas cosas que no expresamos se convierte en enfermedad.  



  


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