ROQUE ORTEGA
MURILLO
Aquel final
de primavera al comienzo del estío me encontraba sentando en la sala de espera
del aeropuerto internacional de Kastrup de Copenhague, atestados de
pasajeros nórdicos, que se dirigían a España, Francia e Italia en busca de sol,
debido que a pesar que era el preludio del verano, en el norte, el frío y la
poca luz reinaba; por consiguiente, el verano iba estar
gélido. Llegué procedente de Oslo, y tuve que esperar tres horas en esa
terminal para dirigirme a Madrid, cuando de repente una mujer morena vestida de
blanco, con un sombrerito rojo me saludaba a la distancia de manera familiar,
saltaba de emoción, en la medida que se acercaba su rostro detonaba una alegría
inconmensurable. Me dio un abrazo rompe costilla y me dijo.
-
Hola
chico. ¿Tu ere cubano chico?
-
No,
no soy cubano, pero soy del Caribe colombiano.
-
Chico,
pareces cubanos. El asunto es que estoy feliz de poder hablar con alguien que
hable el español, llevo casi tres meses sin cotorrear en mi idioma.
La
desconocida mujer no paraba de hablar, gesticulaba sus manos emocionada por
haberse encontrado con otro igual de su color, y que hablara su misma lengua.
Me preguntó que hacía por estas tierras, pues le conté que solo estaba de
tránsito, venia de Noruega y me dirigía a Madrid para posteriormente viajar a
Bogotá. Me llamo Rosa, soy de la Habana, cuando quieras ir, puedes llegar a
casa de mi familia, con esa naturalidad se presentó la simpática cubana.
-
¿Y
ese lugar esa así de aburrido como dónde vengo?
De dónde vienes tú, le pregunte.
-
¡Yo
vengo de Finlandia, salí huyendo- ¡me le escapé a mi novio ¡
-
¿El
hombre no sabes que estas por aquí?
-
Mira
chico, ¡Tú me disculpa, pero yo quiero hablar ¡- ¡Te cuento que conocí a un
finlandés, buena gente- se enamoró locamente y me saco de Cuba, le doy gracias
por esa vaina, pero en su país no me quedo!
-
Así
de mal te fue por allá.
-
Amigo
me sentía prisionera, en un lugar
remoto. Yo por acá no me quiero morir congelada. He pasado los días más
aburrido de vida, la casa de mi novio está a las afueras del pueblo, no tiene
vecino, lo único que hay es montaña de Nieve. Me estaba enloqueciendo, en ese
tiempo te juro chico, no vi a un ser humano pasar por allí.
Nunca había
visto a alguien hablar sin parar, era como una ametralladora disparando
palabras, parecía un niño devorándose a un helado. Mientras los nórdicos en su
mayoría se encontraban concentrados en sus portátiles y chateando por celular;
los pocos que conversaban lo hacía con voz baja. No escuchábamos una carcajada,
Rosa platicaba en voz alta, y se reí fuertemente, pidiéndome disculpa
reiteradamente porque quería charlar.
-
¿Cuéntame
Rosa, y tu novio qué? Por lo que veo el man pasaba poco tiempo contigo.
-
¡Chico
¡El tipo trabaja con el sector financiero, salía todos los días bien tempranos
para Helsinki y regresaba tipo nueve de la noche, casi siempre llegaba cansado!
Así que pocas veces hablamos. Yo empecé a desespérame y a preocuparme, porque
podría quedar muda chico. Donde yo vivo en la Habana todo el mundo se conoce y
nos la pasamos chismoseando, sabemos lo que pasa por la cuadra y la algarabía
es muy chévere. Y aquí me sentía presa.
-
¿Aja
y te devuelves a la Isla?
-
No,
No chico, me voy para Mallorca, allí tengo unas paisanas que me están
esperando. Como es una isla, me voy a sentir más cerca de Cuba.
-
¿Qué
va a pasar con tu novio?
-
Mira chico, si el hombre se viene para
Mallorca, sigo con él, pero si no, por este aburrimiento no vuelvo, ni loca. ¡Ni
amarra Chico!
Para Rosa las tres horas de espera en el aeropuerto, fue el instante más feliz, en tierra
vikingas, hizo catarsis, nunca había tenido la oportunidad de conocer
alguien que hablara con tanta sabrosura y sin parar, me acordé de la canción de
Aníbal Velásquez, cachiporra, es la historia que narra esa vieja que va a aquí
en el bus, habla más que una cotorra.
¡Chico ¡- Ya
anunciaron mi vuelo- ¡Qué maravilla fue encontrarme contigo¡, ¡Me desahogue
¡Nos despedimos con un abrazo efusivo, la voz se le quebró, cuando me dijo, ojalá
Dios nos cruce nuevamente por el camino!
El vuelo de
ella salió primero, con lo cual tuve que esperar una hora más en
aquel gris e insípido aeropuerto, en donde la gente poco reía, me puse a
pensar, definitivamente que la habladera, habladuría o simplemente hablar
mierda es una delicia y uno de los actos más bello que tenemos los seres humanos para disfrutar, y ojalá esta platica sea rutinaria con nuestros seres queridos y amigos, porque el imperio del chat esta matando la manera mas antigua de inrerrelacionarnos. No se olviden que hablar nos permiten liberar todas las tensiones psico-emocional; nos sana. Carl Jung decía que aquellas cosas que no expresamos se convierte en enfermedad.
-