ROQUE ORTEGA
MURILLO
La poesía es la manifestación más sublime que nos hace sentir
vivo. Es el lenguaje que nos acerca a
comunicarnos con la divinidad; la encontramos plasmada en la vida misma, en una
obra de arte, en una dulce melodía de una ola, en los ojos bellos de una mujer,
en la ternura de la sonrisa de un niño. En las casas de palmas, la obra de
Lincer Puentes, sin duda, es la expresión poética de la arquitectura de la
sabana de Sucre.
El artista vive obsesionado en librar una batalla quijotesca
en mantener vigente el recuerdo de una tradición en la arquitectura vernácula de
la sabana sucreña y de otras poblaciones del Caribe, que en otrora era engalanada
con este tipo de viviendas. En cada casa de bahareque, como la llaman los ancestros
de la región, el pintor rescata la estética, la belleza del hábitat de sus
abuelos y antepasados, que poco a poco con el advenimiento de las construcciones
modernas, que tristemente han roto la apuesta natural de un espacio creativo y armónico
con el medio.
Este tipo de construcción redime la armonía de convivir
con el entorno natural, respetando lo biológico y cultural, en donde existe una
sintonía entre los seres vivientes e inertes. La arquitectura actual niega el medio
natural, reflejando el pensamiento de hombre de creerse centro del universo; arrojándose
el derecho de manipular y controlar la naturaleza, convirtiendo la morada en un
elemento de enfermedad, donde el espíritu se atrofia, impidiendo el desarrollo
de la creatividad y el goce.
Todo lo contrario es lo que contemplo en las casas de palmas;
pinceladas abstracta impresionista de un
pintor que se funde con su entorno para dejar plasmado que las viviendas de sus
antepasados, que eran sanadoras, tenían vida y un colorido que reflejaba el espíritu
fiestero de una región emprendedora, creativa de grandes poetas, artistas plásticos
y escritores, como Héctor Roja Erazo y Giovanni Quessep, entre otros.
Me atrevo a afirmar que
las casas de palmas de Lincer Puentes
son el reflejo de una acción sanante
para el pintor, y para quienes observan su obra, pues se terminan de contagiar
con su paleta el vivo recuerdo de su infancia; y además muestra al mundo la
grandeza poética de esa arquitectura sucreña.
Otro aspecto a destacar en la obra de Lincer es el homenaje a una población de su departamento los Montes de María, que fue víctima de la barbarie de la guerra.
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