Roque Ortega Murillo
Una ola de
repudio y censura surge luego de conocerse actos de violencia, como masacres,
secuestros y guerreas; de inmediato condenamos y juzgamos implacablemente,
algunos abogan por instaurar la pena de muerte u otros, por aplicar la ley del
talión “ ojo por ojo y diente por diente”, engendrando más violencia, la
humanidad ha creado una forma de vivir
guerrerista. Las relaciones se
establecen mediante la competitividad e intolerancia.
Ante tal
situación, nos preguntamos ¿Tiene la humanidad suficiente moral para señalar
inquisitoriamente? Desde luego es una reflexión que deberíamos tomarla con serenidad, porque cada acto de violencia
lleva impresa la responsabilidad de la humanidad que, con su comportamiento
mezquino, envidioso y soberbio ha sembrado la semilla del odio, para que finalmente alguien materialice acciones descabelladas como el asesinato,
explotar una bomba o violar a sus congéneres.
Todo ello es
producto de la violencia sutil que se ejerce con el pensamiento, la mirada, con
el tono de la palabra, la rencillas
personales o familiares, la insolidaridad, a través de un simple gesto
va labrando de a poquito un estilo de vida conflictivo. Lo más triste donde más
se desarrolla esta forma de relacionarnos es en el seno de la familia, donde
los padres abandonan el papel de custodios de los hijos, para convertirse en
los jefes dictatoriales; ejerciendo maltrato físico o emocional. Aquel papa que
es indiferente a compartir y asumir la responsabilidad en el hogar. Y qué decir
de la educación. Nos educan para el
combate producto de tal situación, los colegios hoy en día son campos de
batalla.
La violencia
política es un arma de crear miedo, pues no hay que ser un estudioso del tema,
para observar como este país ha crecido en
medio de la guerra, y cada país tiene su
propia guerra en fin estamos rodeados de actos violentos por doquier, sin
olvidar que los medios de comunicación masivos dejan su objeto social, cultural
y educativo para ser la expresión del poder para propagar la confrontación.
A través de
la insolidaridad de los países ricos se fomenta la violencia, simplemente con
la indiferencia hacia a los seres humanos que mueren diariamente por física
hambruna, las cifras son escandalosas, para a ponerse a llorar. Fíjense en
Europa se desperdicia comida en un día suficiente para alimentar durante un mes
a toda el África, los EE: UU tienes almacenados en sus silos trigo y cebada
para abastecer su población de más de doscientos millones de habitantes, durante 25 años, mientras un
continente muere de hambre. Cabe acotar que la FAO, en su último estudio,
asegura que hay suficiente alimento en el planeta para auto-abastecernos y
alimentar a 100 millones de famélicos y sobraría un 20 por ciento de comida.
COMO NOS
AFECTA ENERGETICAMENTE LA FORMA DE VIVIR VIOLENTA
Esta forma
de vivir indudablemente genera enfermedad tal como lo conceptúa la Medicina
Tradicional China, tales como las patologías auto agresivo, accidentes
cerebro-vasculares, diabetes y fibromialgia entre las más destacadas.
Energéticamente los órganos que sufre los embates de la violencia es el Hígado y la V biliar, por consiguiente cuando
se desarrolla la agresividad afecta la capacidad de creatividad, imaginación,
generosidad y perdemos la capacidad de improvisación, es decir al estar
alterado ese Hígado y V biliar no es
capaz de expandir la generosidad, la bondad y la flexibilidad, por consiguiente
poco a poco va creando miedo, más irascible, más colérica, más dudosa, más psicorigidez,
con mayor agresividad.
Por todo lo
anterior pueden aparecer crisis de ansiedad, aumento de la tensión arterial,
alteraciones del ritmo cardíaco que suele
cursar con taquicardia, también pueden producirse accidentes
cerebro-vasculares, calambres musculares y falta de fuerza en los músculos,
contracturas- como la tortícolis y los famosos micos. También provocan trastornos digestivos de tipos
indigestión, inapetencia o polifagia, impotencia, disnea, bronquitis y cálculos
biliares.
Cabe
destacar que cada día va en aumento la enfermedad auto-inmune o auto-agresivas,
porque además de la violencia que se ejerce hacia los demás, el sujeto empieza
a gustarle la autodestrucción, es decir la humanidad se encuentra en una
situación en que la persona se hace violenta a si misma. Este tipo de
enfermedades va en aumento alarmante y lo más triste quienes las están padeciendo
es la mujer. Ante tal situación catastrófica de un estilo de vida guerrerista
tenemos que empezar a cambiar el dial enfermizo en que nos encontramos; en asumir una actitud renovadora, emprender una
verdadera revolución espiritual, que no es la de irnos a un monasterio o irnos
a buscar un gurú en la India, es una revolución de dar cumplimiento
a nuevos proyectos, a concretizar nuestros ideales sin esperar nada a cambio,
siempre actuar pensando en el bien común y no el propio; además debemos de
despojarnos de ese lenguaje agresivo como nos relacionamos. Ya basta de auto
flagelarse y de auto culparnos.
Lo
importante es destacar que la violencia no es el estado natural del hombre. Él
es un ser un ser emanado del amor, solidario, servicial
y generoso y que debe recordar su pequeñez ante la Fuerza Creadora; vivir en armonía
sin deseo de poder y competencia. Se trata que cada ser descubra su propio
ideal de vida y se comprometa a
realizarlo poniendo en disposición todas sus potencialidades, su capacidad
artística con el fin que la obra que realice sea buena, sin avasallar y
competir con los demás, sin prepotencia y codicia. Indudablemente de este modo
la violencia que caracteriza a los hombres de hoy podrá transformarse en una
fuerza revitalizadora del ser humano y constructora de nuevas opciones de
convivencia. Todo ello lo podemos ejercer a través de la fuerza del amor.
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