ROQUE J ORTEGA MURILLO
Ese día Maritza no quiso
levantase como de costumbre, gritando de alegría y conversando con sus dos
muñecas de trapos, la negrita de nombre toñita y la rubia, Karina. Una profunda
tristeza embargaba su corazón.
En vista que era casi las doce
del mediodía y Maritza no salía del encerramiento; su mamá doña Tomasa, decidió
a ver qué pasaba con su niña, le era extraño el comportamiento. Al no sentir el
estallido de su alborozo la tenía preocupada. Le toco la puerta de la
habitación y la llamó ¿Maritza abre por
favor? ¿Qué te paso mi amor?
La niña no le respondía, seguía
sumida en un mutismo eterno. Ante el silencio de Maritza, doña Tomasa empezó a
desesperarse y comenzó a gritar- ¡Negrita por favor abre la puerta ¡,! me muero
por saber qué te pasa¡
Sigilosamente Maritza abrió la
puerta y apareció sollozando sin decir una palabra-
-Amor, no me gusta verte así.
¿Cuéntame que paso? Dijo su mama. Ella la encrespo a su mamá, diciéndole.
- ¡Mami porque tienes colgado mi
dientecito en tu pecho¡ Yo se lo regale al ratoncito Pérez.
-¡Oh, ya
entiendo porque estas así¡ Lo que paso mi amor, fue que el ratoncito Pérez, no
tenía queso para alimentar a sus hijos y me vendió el dientecito. Tu hubiera
hecho lo mismo.
Ella exclamo
¡Mami¡ ¿ Le compraste el dientecito?- Tu eres muy buena- te quiero mucho mami
linda.
Nuevamente
Maritza recupero la alegría y empezó a cantar, a bailar como siempre. Sus
hermosos ojos negros se iluminaron como luceros. Abrazo fuerte a su madre y le
dijo:
-Mami,
prométeme que mañana cuando vayas el supermercado, cómprale al ratoncito
Pérez alimentos para la semana. No
quiero que sus ratoncitos se mueran de hambre. Me moriría de tristeza si pasa
eso.