El hombre del presente no sigue el ejemplo que nos ofrece la nobleza del planeta azul; fiel servidor de la humanidad, por lo contrario es un depredador inconsciente, manipulador y suplantador del creador.
La tierra vive en permanente entrega de amor, mientras el ser llamado humanidad fomenta el desamor, odio, destrucción, guerras, esclavitud, racismo, xenofobia, accionar que ratifica la involución espiritual del hombre, confirmando que esta especie va en vías de extinción. El comportamiento desalmado y mezquino del poder; nos convierten en la vergüenza de la existencia. La enfermedad, el sufrimiento y dolor impera.
A pesar que el hombre alberga en su corazón a un ser bondadoso, amoroso y solidario se comporta insolidario y soberbio, arrogándose el poder de controlar sus congéneres mediante la esclavitud, el control de los alimento, la manipulación genética y nuclear. Sí duda, el nuevo milenio navega en un océano de barbaridad. No se aprende de los errores del pasado.
El planeta azul no resiste tanto insolencia, crueldad, intolerancia; la destrucción es evidente, nuestro código genético continua alterándose, producto de la contaminación ambiental y el calentamiento global. Un montón de residuos tóxicos y atómicos se encuentra en distintos lugares de la tierra, millones de hectáreas de selva son desbastados en nombre de la civilización con la nefasta consecuencia de la desaparición de millares de especie que mantienen el equilibrio de este paraíso. Los casquetes polares son derretidos para llevarle agua los países ricos europeos, los mares se han convertido en una cloaca. Dos islas se ha formado en el Pacífico del tamaño de los EE.UU, producto de los desechos de plásticos arrojados al océano provocando daños irreparables.
Todo se mueve bajo una visión mercantilista, hasta el punto que dentro de poco estamos condenados a morir de hambruna como pasa en el África y algunos países de América, producto de la escasez de alimentos, que están destinados a crear biocombustibles que substituye el petróleo. En vez de crear políticas solidarias, más humanas para evitar que millones de personas mueran de hambre: la política es es provocar más miseria.
Con el san Benito de defender falsos nacionalismos y credos religiosos los países poderosos fomentan guerras entre hermanos, es el gran negocio, primero venden las armas y posteriormente endeuda a los países con el pretexto de la reconstrucción, pero antes han hecho su agosto con el lóbrego negocio de la venta de órganos, que generalmente son de niños, como sucedió en la destruida Yugoslavia y se continua ejecutando en África.
No hay interés político para mejorar el nivel de vida de sus hermanos, antes por el contrario, es afianzar el compromiso mezquino de las grandes potencias. Paradójicamente los EE.UU, principal productor de gases que contribuye al calentamiento global se niega a controlar esas emisiones causante del efecto invernadero.
Un compromiso de cada ser de humanidad de aportar un granito de arena para cambiar el rumbo de la historia presente, de tal forma que mediante mecanismos más solidarios y artísticos lleguemos a construir una sociedad más generosa y amorosa, donde reine la reconciliación, el perdón, la cortesía, el respeto, la pulcritud, y en la entrega permanente en el hacer. En las pequeñas acciones se gestan grandes cambios.
Es urgente una acción liberadora, con sentido solidario, esperanzador para despertar al ser humano a recuperar sus propios recursos y talentos para asumir la vida como ideal de servicio, así evitaremos el crecimiento de de las enfermedades autoinmunes, degenerativas, tumorales, mentales y auto agresivas que extienden como verdolaga en playa su dominio a esta humanidad. No es la naturaleza del hombre vivir así; es en el goce permanente y en la locura; en la alegría de vivir y la acogida humana.
Una propuesta interesante sobre el tapete para contribuir a mejorar el estilo de vida y evitar el deterioro de esta especie y del planeta azul, es la iniciativa de
Esta situación de emergencia requiere una acción sanadora totalizadora, es necesario el desarrollo de una ecología del hombre, capaz de establecer una sanación conjunta en respuesta a esta crisis, surge la necesidad de poner en práctica la vocación sanadora y artística del ser, y en consecuencia el desarrollo del HUMANISMO SANADOR.
Una propuesta digna de imitar es lo que ha conseguido Carlinhos Brown, famoso percusionista brasileño, compositor, productor, cantante y promotor cultural, quién sin necesidad de ayuda del estado emprendió una labor titánica y ha recuperado la favela donde nació en una comunidad pacifica, amable, modelo de convivencia mediante la enseñanza de la música.
El Candeal era una de las favelas más peligrosa del Brasil, ubicada en Salvador de Bahía, allí imperaba los enfrentamientos sangrientos entre los niños y jóvenes en donde el estilo de vida era la violencia…Carlinhos empezó a crear una escuela de percusión e integro a la comunidad a trabajar en saneamiento, construcción de puestos de salud, escuelas, y complejo habitacional con sus propios recursos.
Allí se ha dado una revolución de ideas mediante la enseñanza de música y se han conformados cantidades de bandas de niños, jóvenes y adultos que interpretan ritmos tradicionales, y otros géneros modernos como el rap y el rock. De esa escuela musical se alimentan a los principales grupos importante de Brasil. Allí el silencio no se conoce, todos son músicos. Las calles son animadas permanentemente por el sonar de los tambores, clarinetes saxófonos, birimbaos; lo bonito es que los niños que no tienen instrumentos, utilizan cuanta latas o baldes que encuentran en el basurero. Para ellos hacer música es la razón de existir, todo ello inculcado por un sanador como es Carlinhos Brown. Un músico que sólo con el servicio consiguió el milagro del Candeal.
Hoy en día en esa favela no ocurren asesinatos, ni robos, es lugar de convivencia ejemplo para el mundo entero. Uno de los movimientos que tiene Carlinhos se llama Os Zarabes, que son doscientos músicos vestidos de egipcios que salen corriendo por la calles tocando tambores, percusión y clarinetes. Vigilando su barrio sin armas, sólo con instrumentos musicales, dice Brown “Son como un ejército que ha cambiado las armas por tambores.”
Por:
ROQUE ORTEGA MURILO